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Este pasado sábado 19 de septiembre se celebró en la desembocadura del Guadalquivir uno de los triatlones de media distancia más emblemáticos del calendario andaluz y nacional: el VI Desafío Doñana.

Una prueba diferente, ya que tiene una serie de aspectos que la hacen única con respecto al resto de triatlones del calendario. Para comenzar, la bicicleta es el primer segmento que uno realiza, luego se pasa a la natación y finalmente se termina con la carrera a pie (segmentos que posteriormente pasaré a analizar). Además, en lugar de una única zona de transición, hay dos diferentes.

Uno de los aspectos más llamativos de esta prueba, y quizás su punto más débil, es el sistema de recogida de dorsales, ya que la única opción que el deportista tiene es la de presentarse la tarde previa al día de la carrera (en horario de 17:00 a 21:00) en el Pabellón de Deportes de Sanlúcar de Barrameda. Una vez allí, recogías un ticket con un número mientras esperabas a que llegase tu turno, lo que en mi caso se tradujo en una hora y media de espera hasta que pude solventarlo todo.

El día de la prueba comenzó con unos minutos de retraso con respecto al horario previsto por la organización, aunque dentro de los márgenes habituales dentro de este tipo de carreras. Por cuestiones de seguridad, tras darse el pistoletazo de salida se recorrían unos 5 kilómetros neutralizados por la localidad de Sanlúcar, de tal manera que una vez estos se hubieron pasado, la organización ya permitió que los atletas comenzasen a imponer un ritmo más competitivo.

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El sector ciclista estaba compuesto por un circuito de 90 kilómetros, llano, muy rápido y muy bien vigilado tanto por los miembros de la organización, como los cuerpos de seguridad trasladados hasta el lugar de la prueba. Además, los avituallamientos estaban muy bien situados y los voluntarios actuaron fantásticamente, cosa que es de agradecer en una prueba tan dura e intensa. Incluso hubo un sector de unos cuatro kilómetros en los que habiendo un tramo de obras, todo se solventó sin problemas.

Luego la primera transición estuvo marcada por grandes grupos de ciclistas que llegaban dispuestos a cambiarse lo más rápidamente posible y llegar hasta sus bolsas para conseguir el equipo de natación. Aún así, la zona de transición estaba muy bien indicada y se podía gestionar todo con rapidez.

El segmento de natación es siempre un arma de doble filo. Al encontrarnos en la desembocadura de un río (en este caso del Guadalquivir), dependiendo de las corrientes que haya, uno puede verse nadando a contracorriente durante todo el sector (de 1 km en el caso de las participaciones individuales o de 2,8 km en el caso de los corredores por equipos). Además, se produce la peculiaridad de que al sufrir los corredores un cambio muscular tan brusco, como es el pasar de ir en bici a nadar, si uno no está acostumbrado puede sufrir calambres.

En esta carrera se juntaron estos dos elementos (las corrientes y los calambres) y dieron como resultado que varios triatletas tuvieran que pedir la asistencia de la organización y del personal de vigilancia (distribuidos entre piraguas, motos de agua y otras embarcaciones), hasta el punto que a duras penas podían acudir a socorrer a los deportistas.

Por otra parte al ser un sector muy técnico, dependiendo de la habilidad de cada nadador, se marcaron grandes diferencias pues había quien tenía que recorrer más metros que otro buscando corrientes favorables, mientras que otros se arriesgaban atajando por las corrientes en contra.

Una vez llegabas a la zona de la segunda transición, y mientras tratas de recuperar el aliento para afrontar el sector más decisivo de la prueba, podías cambiarte sin problemas, ya que estaba perfectamente organizada.

La carrera a pie es el gran atractivo de esta prueba ya que, a pesar de ser un recorrido exigente, tienes la oportunidad de correr por uno de los parajes más espectaculares de la geografía nacional. A través del Coto de Doñana tienes la oportunidad de recorrer playas vírgenes en las cuales puedes disfrutar de lo que la naturaleza puede ofrecerte y de las gaviotas, quienes parecen ser aficionados que se agolpan al borde de la carrera para animar a los participantes.

He de decir que los avituallamientos de este segmento (ubicados cada 2,5 km con agua, sales y alimento sólido), fueron una de las cosas que más me llamó la atención, ya que estaban muy bien organizados, muy completos y a los deportistas no les faltaba de nada. Para terminar, la llegada a meta se hacía espectacular, especialmente al estar allí para recibirte amigos y familiares.

Antes de finalizar mi crónica desde el dorsal, me gustaría señalar la exquisita atención que recibimos los corredores en la zonal pabellón de Sanlúcar, donde teníamos los corredores todo nuestro material, pues había una zona de bebidas, comida, masajes y asistencia sanitaria que funcionaba de maravilla.

En definitiva ésta es una organización que, aunque joven, sigue mejorando año tras año y pocos aspectos tiene por mejorar. Sin lugar a dudas es una referencia dentro del calendario nacional, dentro de las pruebas de media distancia y si todo se mantiene así continuará incrementándose el número de corredores que busquen disfrutar de un reto espectacular.

Curro Sánchez

 

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