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Cuando dejas de buscar ser Finisher y te conviertes en ello, puedes encontrar un estado bipolar, pasando de la euforia a la depresión en apenas 48h. Es lo que conocemos como Síndrome Depresivo Post Finisher.

No existe tal término pero creo que es un fenómeno que se da con mucha frecuencia. Sí que hay otros fenómenos más popularizados como el Síndrome post parto, generado por perdida de nutrientes y la alteración del ciclo sueño-vigila en la madre, o el Síndrome depresión post vacacional; donde también interviene el retraso de fase del sueño y su inestabilidad y la aceptación de vuelta a la rutina, lo que supone un impacto emocional.

Es muy curioso ver en las redes sociales, como la gente experimenta su primer Ironman. En mi entorno e imagino que en el del lector, se dan los dos polos opuestos; aquellos quienes descubren que la satisfacción bien vale el esfuerzo y sacrificio y ya empiezan a especular sobre el siguiente Ironman y quienes afirman tajantemente “muy bien muy feliz, pero uno y no más; demasiado duro” o sobretodo… “demasiado sacrificado”.

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Seguramente habrá quien perciba la realización de un Ironman, centrándose en los altos “costes=5(máximos)” (sacrificio, entreno), sin valorar las magnitudes de la satisfacción que produce el entreno: “beneficios=0(mínimos)”, mientras que otros se focalizan más en los grandes beneficios, considerando que los costes son una barrera fácil de superar.

Pero este artículo no va enfocado a la percepción de sacrificio y de bienestar de la preparación de un Ironman, ni a la euforia y toma de decisión de los minutos posteriores, sino en las consecuencias anímicas que se producen los días y semanas después de terminar el evento.

Entre los futuros Finishers hay un temor, o debería haberlo: y ¿luego qué? Las peores consecuencias de la prueba que estés persiguiendo, no tiene por qué ser físicas, en forma de las temidas agujetas; sino más bien su impacto emocional; recientemente publiqué en TER un estudio personificado sobre el Impacto emocional de un Ironman, aunque para muchos será vivido con satisfacción , otros con frustración por no haber terminado y muchos con alivio , habrá un tanto por ciento elevado que experimentará una sensación de pérdida de sentido de la vida, de vacío existencial, de aburrimiento, en otras palabras un proceso de abstinencia de la adicción al logro y el proceso de duelo ante la pérdida de un objetivo vital.

Hace unos meses escribía en TER el artículo; YAGO LAMELA OTRO JUGUETE ROTO DEL DEPORTE ESPAÑOL; sobre el trauma que supone para muchos atletas el paso de la vida competitiva a la vida laboral y como una de las funciones principales de los psicólogos deportivos es ayudar al deportista a encarar funcionalmente esta transición. “Me quede sin metas…” Reconocía Yago Lamela semanas después de haber estado ingresado en el Hospital por un cuadro depresivo…Entrenarse durante 30 años para competir y no hacerlo ni un día para dejar de hacerlo.

Creo que el proceso psicológico que se da al terminar una vida dedicada al alto nivel deportivo, se puede reflejar a menor escala en la realización de un reto deportivo, como un Ironman, o una ultratrail, que requieren un alto grado de dedicación, sacrificio y compromiso.

Parte de la intervención pasa por la prevención: planificar el desentreno durante la fase de tappering, semanas previas a la competición, planificando como se ocupar de forma funcional las horas libres que se reducirán de las 15, 20, 25 horas semanales dedicadas al entrenamiento y hablando abiertamente y visualizando el nuevo estilo de vida.

Asimismo siempre estará más protegido el Finisher con una motivación intrínseca, ya que la motivación extrínseca, aunque sea beneficiosa tiene fecha de caducidad, mientras que “ser mejor” es interminable.
No tengo duda que Gómez Noya, Killian Jornet, Mireia Belmonte o Chris McCormack no trabajan diariamente para ganar, sino para progresar y la victoria es solo un camino hacia la excelencia. Esa misma filosofía la puede compartir un deportista amateur, que sin opciones para ir a Hawái o terminar en Montblanc, puede buscar mejorar sus puntos débiles, por encima de obsesionarse en la medallita y sobretodo hacerse un selfie con ella y fardar en facebook.

Estoy seguro, y eso es una opinión no contrastada, que existe una correlación entre el número de fotografías y/o publicaciones sobre el entrenamiento realizado y la depresión/bajón post Finisher. La motivación extrínseca, como dije, no es mala, hasta consigue que ciertos funcionarios madruguen para ir a trabajar, pero sin duda valores como la excelencia, la automotivación, autosuperación, constancia y disciplina, no te lo da la nómina, ni los likes del facebook, ni la medallita; factores extrínsecos de la motivación.

CUANDO LLEGUES A LA CIMA DE UNA MONTANA, SIGUE SUBIENDO…

Japy Ryder, Los vagabundos del dharma.

Foto: Ironman

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