No todos reaccionamos de la misma forma al estrés ni lo manejamos igual. Cada uno evaluamos la situación y nuestros recursos para gestionarlo según nuestra personalidad y experiencias previas
Realmente, el estrés no es bueno ni malo. Es una respuesta universal y adaptativa del organismo ante situaciones que considera como amenazantes para movilizarnos. Provoca respuestas fisiológicas por la activación del Sistema Nervioso (Autónomo) Simpático (SNS), que da lugar a reacciones reflejas, y de la médula suprarrenal que descargará adrenalina.
Cuando el estrés nos sobrepasa o se mantiene en el tiempo, nos lleva a ese incremento de nuestro estado de alerta, aceleración, inquietud, sensación de nudo en el abdomen, pecho o garganta… Que conocemos como ansiedad. Nos parece que tenemos mil cosas en la cabeza y nuestro humor es cambiante, podemos sentirnos irritables y/o aprensivos, etc.
Alarmarte ante estas sensaciones o tratar de negarlas, sólo hará que vayan en aumento incluso tengas la desagradable experiencia de un ataque de ansiedad.
El ejercicio físico también activa el SNS, y por eso a veces podemos tener sensaciones similares a las descritas. Es por este motivo que algunas personas pueden asustarse ante ciertas reacciones corporales al realizar deporte intenso. Si además, estás atravesando un periodo de estrés crónico, se amplifican y pueden llegar a agobiarte. Pero como decía… No te asustes, son sensaciones normales y nos indican que algo nos preocupa, nos presiona o nos sobrepasa. Nos indican que tocará tomar decisiones y actuar para afrontar la situación.
Signos estrés/ansiedad |
¿Cómo manejar esta ansiedad? Básicamente a través de expresarnos, tomar decisiones y acciones que solucionen esas preocupaciones, quizás necesites en algunos casos pedir ayuda. Por otro lado, algo que nos ayudará a manejar estrés en situaciones puntuales, será lograr un punto óptimo de activación y que nos permita ser más eficientes.
La teoría de la U invertida dice que la relación entre rendimiento deportivo y activación responde a una forma curvilínea. Necesitamos un punto intermedio, estar demasiado tranquil@s, confiad@s y relajad@s, o bien, estar con un exceso de presión y nervios será contraproducente.
Tener en cuenta todos estos factores resulta imprescindible para poder adoptar estrategias de afrontamiento adaptadas a las demandas de la realidad internas y externas.
- Analiza el contexto de forma objetiva y coherente. ¿Amenaza o reto?
- Observa y escanea tu cuerpo. Qué condiciones externas, qué pensamientos provocan cambios en ti, te activan o desactivan.
- Detecta con qué sensaciones funcionas mejor. El punto óptimo de activación es propio para cada persona. Habrá quien asocie las palpitaciones a motivación y preparación para la acción, mientras que a otra persona esa misma sensación puede generarle angustia y llevar al bloqueo o parálisis.
- Existen diferentes técnicas que pueden mejorar tus habilidades de afrontamiento como el biofeedback, técnicas de relajación y visualización, planificaciones…
- Cómo nos percibimos y aquello que nos decimos tiene una gran influencia. ¿Cómo es tu diálogo interno?
Lo más importante, el autoconocimiento es el GRAN aliado. Experimenta y descubre lo que a ti te funciona. ¡Encuentra tus propias herramientas! Analiza qué factores y situaciones te llevan a un estado u otro.
Artículo escrito en colaboración con Andrea Martínez Monteiro.