El pasado 23 de febrero Sevilla celebró la XXX edición de su maratón, la más especial de todas. Este año la IAAF la incluyó en la categoría bronce para pruebas de asfalto (el tercer mayor galardón en carreras de este tipo) y además hubo récord de participación, pues hacía ya varios meses que se había completado el cupo de 9.000 inscritos.
Antes de la salida
El día amaneció fresco (en torno a 6-8 grados), pero sin viento y con un cielo completamente despejado. Era la típica situación en la que al estar completamente quieto pasas frío, pero que al hacer ejercicio sientes calor. Por ello, muchos corredores iban cubiertos con chubasqueros, bolsas de basura, camisetas, guantes viejos y otras prendas que les protegían del fresco mientras esperaban a que comenzase la carrera. Posteriormente las desechaban tirándolas al margen de la vía.
Los cajones de salida estaban perfectamente señalizados, las liebres estaban en el lugar que les correspondía y el ambiente era magnífico. Creo que el espacio escogido para comenzar la carrera fue el correcto, pues a pesar de ser 9.000 los corredores que estábamos en la salida, había espacio de sobra para todos.
La carrera
Desde mi punto de vista la carrera estuvo muy bien organizada tanto por la señalización del circuito, como por la labor de los voluntarios, de la policía, de los médicos, por los grupos de música que animaban a los corredores a lo largo del recorrido, el speaker que motivaba al paso del kilómetro 21, el hecho de que la parte final fuese la más bonita de toda la prueba, etc.
La asistencia de público ha sido muy notoria en comparación con otras ediciones. Además el respeto y ánimos transmitidos a los corredores fue simplemente espectacular.
Algo que sí eché de menos fue encontrarme en los últimos avituallamientos con alimento sólido. Creo que hubiese sido muy bueno el haber puesto a partir del kilómetro 30 algo de plátanos o galletas, pues al haber estado ingiriendo líquidos durante tanto tiempo llegaba un punto en el que el cuerpo te pedía alimento (eso sí agua, Aquarius y esponjas no faltaron).
La llegada al estadio, lugar donde se encuentra la meta, es simplemente sobrecogedora. Te hace sentir todo un atleta y creo que es uno de los mejores puntos de toda la prueba. Viendo la calidad de la prueba no me cabe ninguna duda de que dentro de unos años veremos cómo la IAAF le otorga la medalla de plata e incluso la de oro. Para aquel entonces deberán seguir puliendo algunos detalles, pero creo que tienen la ciudad y el apoyo popular necesario para lograrlo. El hecho de que sea una prueba completamente llana, que el clima sea excepcional y que se celebre a principios de temporada seguirá sirviendo como reclamo para atraer cada vez a más atletas (es una oportunidad de oro para lograr una mejor marca personal).
Creo que una maratón es una salvajada de prueba, pero de ésta en concreto me he quedado con ganas de más, por lo que en próximas ediciones estoy convencido de que repetiré.
¡¡Qué dolor y qué sufrimiento al final compañeros!! Desde luego la maratón es una prueba que al terminar te emociona. Estuve a punto de llorar.
[…] espacio para que pueda narrar su aventura. Además, como ya escribí mi crónica desde el dorsal en triatletasenred.com, aquí me gustaría ofrecerte el lado más personal de esta […]