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Muchos admiramos la vida de los profesionales e incluso soñamos que podríamos ser/vivir como ellxs pero…¿Es todo tan maravilloso?

Que levante la mano quien no ha pensado alguna vez en lo bonito que sería ser profesional de este deporte que tanto amamos, y poder dedicar las 8 horas diarias de nuestra jornada laboral a correr, nadar o ir en bici. Sin embargo, puede que no todo sea tan bonito como pensamos, por lo que vamos analizar ventajas e inconvenientes de convertirse en un atleta pro.

Recordemos las palabras de Confucio “Elige un trabajo que te guste y no tendrás que trabajar ni un día de tu vida”. En este sentido seríamos unos privilegiados ya que habríamos hecho de nuestra pasión nuestra profesión.

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Otra de las ventajas sería la de tener la posibilidad de recibir material tope de gama de las diferentes marcas sin tener que dejarnos el sueldo. ¿Os imagináis tener “gratis” la Canyon Speed Max CF en el salón de casa?.

Pero, como todo en esta vida no todo son ventajas si no que hay unos cuantos aspectos negativos que tenemos que tener en cuenta a la hora de convertirse en profesional.

Hay un concepto en economía que es el coste de oportunidad de manera sencilla, podríamos definirlo como aquello a lo que renuncias en post de un objetivo.

¿Es tan maravilloso ser un triatleta profesional?

Como profesionales hay muchos pequeños placeres a los que nos veríamos obligados a renunciar, como por ejemplo esa caña después de la salida con la grupeta o la dieta que tendríamos que seguir de manera estricta.

Puede que digas, bueno eso ya lo hago siendo un atleta popular pero este coste de oportunidad puede ir mucho más allá y hacerte renunciar o retrasar tu maternidad/paternidad o no tener tiempo para estar con nuestra familia.

Además es posible que cada competición la dejásemos de ver tal y como las vemos ahora, ya que tendríamos una gran presión por la obtención de resultados y en el caso de no llegar dichos resultados no sólo se podrían ver afectados nuestros patrocinios si no que psicológicamente puede ser algo difícil de gestionar.

Recientemente hemos tenido el caso de Simon Biles quien renunció a competir porque no soportó esa presión.

La pregunta es ¿estamos dispuestos a renunciar a esos placeres en los mejores años de nuestra vida a cambio de dedicarnos profesionalmente al deporte?

 

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