Joan Borràs – Son las 3:15 de la mañana del 15 de agosto y ya está sonando el despertador, en el parque natural des Écrins aún no ha salido el sol, pero tanto Jordi Miranda, mi incansable compañero de fatigas, como a mí nos toca desayunar fuerte, hoy va a ser un día largo y pensamos disfrutarlo, nuestro pacto es una gran pizza de cena e intentar cruzar el arco de meta con el sol iluminándonos el rostro.

Junto a David, un nuevo amigo y veterano triatleta del mataró, quien nos da buenos consejos de cara a la carrera, bajamos a los boxes donde el día anterior dejamos las bicis. 1.300 atletas nos damos cita en el lago a los pies de Embrun, las bicis ya las dejamos el día anterior, colocadas encima de vallas de obra junto a nuestra silla de plástico y la caja donde guardamos todo el material a utilizar durante la prueba.  Al final no he podido arreglar el puente del freno delantero, que lo tengo desviado, no he encontrado una tienda de bicis o mecánico en el pueblo o la carrera, tocará apañárselas sobre la marcha. Comparado con otras carreras, aquí la organización es rudimentaria y diría que a veces un poco anticuada (hasta preparan isotónico casero), pero esto es parte da la esencia a uno de los triatlones más míticos del calendario.

Entre el frío y la oscuridad nos terminamos de equipar y nos vamos acercando al lago donde nadaremos. Bajo la luz de la luna, alumbrados con antorchas y algún faro, a las 5:50 puntuales dan la salida a las féminas y a las 6:00 a los hombres. Una entrada pedregosa que te destroza los pies ya avisa de la natación que nos encontraremos, un agua afortunadamente templada (21 grados) pero “amenizada” por los golpes de otros nadadores, ¡creo que es la vez que más manotazos, agarrones y patadas he recibido y finalmente dado! algas que se te van enganchando en los brazos y buscando unas boyas que se intuyen más que ven entre la oscuridad y la bruma que se levanta con los primeros rayos de sol.

Ya son las 7:15 cuando salgo del agua y el sol ya ha asomado por encima de nuestras cabezas, sin ninguna nube amenazante en el horizonte vamos a poder disfrutar del paisaje. Vaso de té calentito en mano me siento en mi silla y tras una transición sin prisas cojo la bici y emprendo la marcha. No veo la bici de Jordi, me lo intuía pero siempre alegra ver que tus amigos van bien. No habrán pasado ni 5’ cuando noto algo raro al ver los otros participantes…en su equipación noto algo que yo no llevo…argh!¡Me he olvidado el dorsal en boxes! Por suerte reacciono a tiempo y puedo retroceder a por él sin que me suponga mayor penalización que unos 10’ perdidos. Los primeros km son un bucle de 45km que te saluda en subida con rampas ya entre el 7 y el 12%, preludio y pequeña muestra de lo que nos deparará el segmento ciclista, con un desnivel positivo acumulado de unos 3.800m.

Al encontrarnos en la 31ª edición, el trazado de la prueba depara pocos secretos a los participantes, desnivel constante y algunas rampas que machacan las piernas del más veterano de los ciclistas, los alpes franceses ofrecen un paisaje espectacular que alegra la vista y distrae del dolor y cansancio que se va acumulando con el paso de los km, circulando entre montañas, en paralelo ríos y atravesando un valle que se te hace eterno. Imposible no mencionar como los familiares, amigos y gente del lugar se vuelca en la prueba, cuando vuelves a pasar al lado del pueblo hay momentos que te sientes como un corredor del tour, la carretera abarrotada de gente animando con lo que no puedes más que sonreír y agradecerles su esfuerzo. Mención aparte los conductores en un circuito abierto al tráfico, siendo el país del tour y de las grandes gestas sobre dos ruedas, cuesta entender como pueden respetar tan poco a los ciclistas.

Acercándome a las faldas del Izoard atrapo a Jordi, lo veo muy bien y tras comentar un poco la jugada decido seguir a mi ritmo, aunque pronto me canso de un francés experto en chupar mi rueda y decido parar a mear. Los nervios de haberme dejado el dorsal y el esfuerzo extra de intentar recuperar un poco el tiempo perdido hacen mella en las primeras rampas de este temido puerto de montaña, así que me decido regular mejor y levantar un poco el pie y la cabeza para seguir disfrutando de la prueba a pesar de alguna que otra rampa que hacen poner el pie en el suelo a mas de un triatleta.Acercándonos a la cumbre del Izoard veo unas cuantas banderas españolas y catalanas, así que les llamo la atención para que me animen y me den ese aliento tan necesario para terminar de coronar el puerto. Una vez arriba parada obligatoria a coger aliento y pertrecharse para la bajada, cortavientos, manguitos y 4 deliciosos bollitos de leche con jamón serrano para animar mi dieta a base de geles, barritas y demás potingues para deportistas.

Bajando del Izoard tienes que mentalizarte, ya que ha terminado el puerto más largo pero no necesariamente el mas duro, aún nos esperan puertos-repecho-trampa de entre 3 a 5km, destacando entre ellos la temidas y devastadora subida al Pallón, que con 150km ya pedaleados te saluda con sus 2km por encima del 13% sin descanso. Todo el trayecto de vuelta viene acompañado por un fastidioso viento en contra que te obliga a olvidarte del cuentakm y pensar más en cómo desgastar lo mínimo a tus ya machacadas piernas. Un toboganeo final, deshaciendo camino de la mañana te avisa que ya te estás acercando otra vez a boxes, pero justo entrando en el pueblo te desvían y haces un último puerto en el que en 5km asciendes otros 400m y lo peor es que se trata de un punto con pocas vistas, así que toca apretar los dientes una última vez y trazar las curvas de bajada finales con especial cuidado de cara a afrontar la maratón.

Tras un rápido chequeo de mis sensaciones mientras, exceptuando el pantalón, me cambio completamente, todo parece en orden, he sabido gestionar mis piernas, alimentarme e hidratarme de forma constante ,y sin quemarme demasiado, tras unas 8h50’ de carrera voy a empezar la maratón. Mentalizado que para nada se trata de un circuito llano y, viendo como ha sido la bici, seguramente nos encontremos viento…salgo animado pero a buscar un ritmo que me permita terminar el último segmento en 3h45-4h. El día está siendo estupendo, los paisajes y gente animando solo consiguen que arrancarme una gran sonrisa. Van pasando los quilómetros y todo siguen en orden, en llanos corriendo a 5’/km, alargando o acortando la zancada según me encontraba con viento o rampas y, por encima de todo, disfrutando.

Como todo estaba siendo demasiado bonito el cuerpo me dice que aquí se ha venido a sufrir, ¡y vaya si lo haré!, aún no he llegado al km19 que las tripas empiezan a quejarse provocándome un gran dolor de estómago y obligándome a ir al baño de un bar (ya que no había ninguno de la organización). Parece ser que 2 fortasecs no han sido suficientes y el vaciado de estómago rápidamente se convierte en deshidratación y vaciado energético. Termino la primera vuelta (de dos) en 1h50 y me preparo para sufrir y terminar lo más dignamente posible. Por desgracia, mi cuerpo decide no aceptar más comida sin hacerme ir al baño que algo de agua y un pedacito de plátano.

Ahora ya si pesa cada uno de los km nadados, pedaleados y corridos, los tramos de viento en contra y subida se me atragantan, voy andando, me pasa por la cabeza el retirarme por si tengo algo peor que una simple diarrea y no me habré dado cuenta, pero los ánimos de la gente y todos los entrenos hacen que siga avanzando. En el km 24 me acuerdo de Sina y su siesta en IMFrankfurt y de otra crónica de Embrun mismo donde un participante durmió 40’. Agotado y sin pensar mucho…me tumbo en un lateral con sombra dispuesto a imitarles. Por suerte o desgracia, cada paseante y corredor que pasa por allí se interesa por mi estado, haciendo que a los 5’ me levante frustrado y decida proseguir! Entonces aparece mi salvación en la persona de Oriol Mercader, incansable y que junto a María Donadeu y resto de acompañantes del infinitri me han estado animando en distintos puntos de la carrera a pie y en el Izoard, me obliga a ponerme a trotar (con un suave empujón por la espalda) y me comenta que Jordi también está sufriendo, así que no me atrapará y tocará terminar por los dos.

Con el cuerpo debilitado pero la cabeza bien fría, y cada vez mas oliendo la cercanía de la meta, decido mantener un trote cochinero (aunque con viento en contra o en subida me veo incapaz) y aflojar lo justo hasta meta. Al rato me reconoce Javier Bombi, me da ánimos y me dice que Jordi no solo no está mal sino que lo debo tener cerca. Esto me da un gran subidón de moral y la energía necesaria para casi no volver a andar hasta cruzar meta. En la última curva vuelvo a ver a mis animadores/salvadores, chocamos manos y tras un último y ya débil agradecimiento voy en busca de la ansiada medalla de finisher. Finalmente serán 4h30 de maratón para cruzar el arco de meta en 13h21’36’’, Jordi llega al poco rato, así que tras resucitar con un masaje, ropa seca y algo de comida decidimos volver a nuestro alojamiento a cumplir la segunda parte de nuestra promesa.

Embrun ha hecho honor a su reputación de ser uno de los triatlones más duros, pero el recorrido, paisaje y ánimos de la gente y amigos ha hecho que el esfuerzo valiese la pena.

@gorcaman

imagen portada: https://www.facebook.com/alpetriathlon

2 COMENTARIOS

  1. gallina de piel en la crònica, molt ben escrita, em tocava còrrer amb un amic uns km i recordo el moment ” marxo a còrrer amb el de TER que te la mirada perduda, aquest es desploma no arriba”… hi han els Ironmans i després hi ha Embruman, re que veure.

  2. Va ser un día genial, ple de tensió, emoció, nervis… Pero veureus arribar a meta ho val tot!! Enhorabona nens… I un plaer ser-hi allà :-p

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