Mucho se ha hablado últimamente del lactato, un compuesto con un papel destacado en el ejercicio físico. Pero no siempre se habla de forma acertada. El Dr. Mario Ros nos aclara algunos conceptos.
Si hiciéramos referencia a una injusticia histórica en el mundo de la fisiología del ejercicio, nos veríamos obligados a hablar del lactato.
Aún actualmente, y pese a los numerosos e interesantes trabajos científicos que resitúan su papel en el metabolismo celular e intermediario entre tejidos, nos encontramos con erróneas referencias directas de causa-efecto entre producción de lactato, anaerobiosis y acidosis metabólica.
La acidosis metabólica que se produce durante el ejercicio de alta intensidad o en situaciones de hipoxia/anoxia viene dada por una hidrólisis prioritariamente no mitocondrial del ATP, con la consiguiente acumulación de protones (H+) en la célula y salida de los mismos al torrente sanguíneo, provocando una disminución del pH sanguíneo o acidosis.
Al mismo tiempo, por éste desacoplamiento de la vía oxidativa y vía glucolítica, nos encontramos con un aumento de la producción de lactato, cuyo papel va ser fundamental al permitir:
- Por un lado retrasar la acidosis muscular ya que consume protones y al mismo tiempo facilita la salida de los mismos de la célula.
- Por otro lado permite mantener activa la vía glucolítica que sostiene éste tipo de ejercicio de alta intensidad, al producir NAD+ y mantener la regeneración de ATP.
Así que lo que realmente observamos es que el ácido láctico retrasa la acidosis y la fatiga muscular.
Pero no acaba aquí su función. Lo más interesante que han aportado los estudios de estas últimas décadas es el papel del ácido láctico en el metabolismo intermediario, es decir, su utilización como fuente energética en otros tejidos una vez abandona la célula muscular.
De todos es sabido el aumento de lactato en sangre que acompaña el ejercicio físico, sobre todo de moderada y alta intensidad, cuya determinación mediante punción capilar se utiliza actualmente para la prescripción específica e individualizada del ejercicio y de sus intensidades (test de lactato).
Una vez en la sangre (70% en plasma y 30% intra-eritrocitario) éste lactato va a poder ser utilizado por células musculares próximas a las que de forma activa lo están generando, o por células de otros tejidos como pueden ser las del músculo cardíaco (miocardio) que lo van a utilizar como fuente energética. El lactato penetra en éstas células musculares y de otros tejidos a través de transportadores específicos (modificables con el entrenamiento) y llega hasta el interior de la mitocondria proporcionando el piruvato necesario para la vía oxidativa, de la misma forma que lo proporciona el glucógeno. Así que como podemos ver la presencia de lactato va a permitir el ahorro en la utilización del glucógeno, factor clave para deportes de resistencia.
Lejos de las visiones iniciales, aún vigentes en algunos entornos, nos encontramos ante un lactato con un papel dinámico y primordial en la neoglucogénesis y en el retraso de la acidosis y la fatiga muscular.
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