Uno de los factores con más importancia para mantener la motivación es nuestro foco atencional. ¿A qué prestar atención durante un entreno o competición? ¿En qué estamos pensando? ¿En qué debemos concentrarnos? ¿Puedes mejorar tu concentración?

Donde poner el foco atencional dependerá mucho de si es un deporte individual o de equipo, si tenemos o no contrincantes y de si es un ejercicio explosivo o de resistencia, pero en todos los casos hay algo en común, y es que es básico:

  1. Tener claro el objetivo al que dirigir nuestra atención
  2. Centrarnos en la tarea presente
  3. Un nivel óptimo de activación

Teorizando un poco, según Stanley (2004) las consecuencias de una habilidad atencional pobre pueden desembocar en lapsus de concentración, errores fundamentales en el gesto y un bajo rendimiento general.

Todo lo que hacemos tiene un fin, debemos definirlo bien y tenerlo muy presente para darle sentido a lo que hacemos y así focalizar nuestra atención en él. ¿Cuál? Uno que dependa única y exclusivamente de nosotros… con lo que poner toda nuestra atención en un resultado no será buena opción (ya hablaremos en otro post sobre los objetivos de proceso vs resultado).

Céntrate en lo que estás haciendo AHORA, en tu cuerpo, en el proceso, en los gestos necesarios, en estímulos del entorno que te den información útil, orientándote a actuar de la mejor manera posible. Como dicen Jackson y Csikszentmihalyi (2002) ¡es a través de prestar atención a tu cuerpo cuando dejas de prestar atención a tu ego!

Escapa de pensamientos que puedan distraerte y afectarte emocionalmente, cayendo en automensajes negativos, por ejemplo: no voy suficientemente preparad@, con la gente que hay es imposible destacar, ya me empieza a doler todo y mañana estaré demasiado cansad@, mi entrenador se decepcionará si no lo consigo, etc. Pon TODA la energía en la actividad PRESENTE, la que te lleva a tu objetivo.

*Esto no va reñido con el hecho de utilizar técnicas de distracción, sobretodo dirigidas a la larga distancia, para mantener la motivación.

Para todo esto, necesitaremos una buena activación, punto óptimo que nos facilite evaluar la situación en general, cambiar el foco y reaccionar ante lo necesario. ¿Qué quiero decir? Que estar muy tensos provocará que el foco sea demasiado estrecho, y posiblemente que estemos más pendientes de nuestras emociones, llegando a bloquearnos.

Por otro lado, si la activación es demasiado baja, estaremos demasiado confiados o distraídos, provocando poca reactividad y distintos errores por no planificar o no prestar atención. Es decir… debemos encontrar nuestro nivel de “nervios, inquietud, activación, chispa” que nos prepare para estar atentos sin obcecarnos. Puede sonar complicado, pero todo es cuestión de entreno y autoconocimiento. Con el tiempo podrás sin duda mejorar tu concentración.