Con los cuidados básicos y el mantenimiento adecuado, podemos librar a nuestra bicicleta de reparaciones y puestas a punto, pero ello no quita que cada cierto tiempo deban pasar por el taller.

Ya sea cuando resulte necesario, como es el caso del recambio de repuestos de bicicleta por desgaste o rotura, o por simple mantenimiento y puesta a punto a manos de profesionales, que sean capaces de predecir y detectar posibles defectos en la bicicleta que puedan ir a mayores, ¿cuándo sabemos que es el momento de llevar la bicicleta al taller?

Frecuencia óptima de revisiones y puestas a punto


Nuestra bicicleta, como cualquier otro medio, necesita de su propia “ITV” o revisión cada cierto tiempo. No sólo para evitar y detectar posibles roturas que dificulten o impidan su correcto funcionamiento, sino también para que nuestro experto en bicicletas nos recomiende cómo mantenerla en perfecto estado o aquellas mejoras que aumenten su rendimiento.

Por ello, más allá de cuando sea estrictamente necesario, conviene una visita al taller en los siguientes periodos o situaciones:

  • Al mes – seis meses después de comprarla: el objetivo de esta primera revisión es claro y se debe hacer siempre que sea posible en el mismo establecimiento donde se adquirió, y no es otro que el que puedan comprobar el perfecto funcionamiento de la bicicleta, que responde adecuadamente lo que se espera de ella antes que el desgaste y el tiempo le afecte. De igual forma, en esta primera revisión debemos expresar nuestras impresiones para que puedan mejorar su funcionamiento o prevernos de un uso inadecuado.
  • Al año de la compra: esta revisión tiene el mismo carácter que la primera visita, y no es otra que contrastar que todo aquello que se revisó, que se constató que funcionaba a la perfección o por el contrario se cambió, sigue en un estado óptimo de uso. Una vez pasadas estas revisiones, todas las siguientes vendrán marcadas por la frecuencia de uso o por el desgaste a causa del tiempo.
  • Entre los 3 y 5 años: llegado este periodo, muchos componentes comienzan a sufrir desgaste y necesitar su recambio, por lo que acudimos al taller para su sustitución.
  • Antes de un periodo de actividad importante: si somos grandes aficionados al ciclismo, nos atraerá en algún momento la idea más que apetecible de realizar una ruta de gran calado o duración, tal como el Camino de Santiago o la ruta del Danubio. En este caso, aunque consideremos que nuestra bicicleta se encuentra en buen estado, debemos llevarla al taller para que nos la revisen y presten atención a aquellos vicios ocultos que puedan suponernos un problema en carretera. Por otra parte, dentro de estas rutas es frecuente encontrar talleres que puedan ayudarnos a que nuestra querida bicicleta no sufra demasiado desgaste en nuestra aventura.

Revisiones por kilómetros o frecuencia de uso


Dejando de lado el mantenimiento general, cada componente de la bicicleta tiene un marcado uso de vida que agotado o cercano a agotarse, requiere de su paso por “boxes”.

Es el caso por ejemplo de la cadena, que a pesar de que la desengrasemos y lubriquemos correctamente, tarde o temprano acaba por estirarse. Hecho que suele ocurrir entre los 1.500 y 2.500 kilómetros de rodaje.

Algo tan inocuo a vistas del ciclista amateur como el sillín, donde caemos en el error de que por el simple hecho de que sirva de apoyo más o menos cómodo ya nos es útil, comienza a perder eficacia a los 8.000 kilómetros.

¿Y de qué eficacia hablamos? De una estructura no visible cuyas fisuras pueden acabar con una rotura en pleno rodaje que pueda hacernos perder el equilibrio.

Por último debemos atender a aquellos elementos de la bicicleta cuyo desgaste no se mide en kilómetros rodados, sino en marcas evidentes como la de una rueda cuya cubierta ha perdido parcial o totalmente el dibujo o una zapata de freno notablemente disminuida por la fricción.

Tipos de mantenimiento


Como hemos podido apreciar, podemos alargar notablemente la vida útil de nuestra bicicleta con el correcto mantenimiento y revisado frecuente a manos de una profesional. Pero no todas las revisiones tienen el mismo carácter preventivo o reparador. Normalmente encontramos en todos los talleres dos tipos de mantenimiento según tengamos un claro objetivo sobre nuestra bicicleta:

  • Mantenimiento general: el objetivo es tener una bicicleta en perfecto estado de uso, sin entrar a detalle en cómo se podría mejorar su funcionamiento y fijando el control en puntos básicos de la bicicleta tales como frenos o transmisión. Suele realizarse en los primeros años de vida útil de la bicicleta o cuando tenemos clara la avería en caso de mal funcionamiento.
  • Mantenimiento integral: aumentan los puntos de control para que no sólo se asegure un buen uso y rendimiento, sino también para poder aplicar mejoras que aumenten su rendimiento exponencialmente. Se realiza cuando la bicicleta lleva miles de kilómetros de rodaje o cuando se va a abordar o se prevé hacer un largo recorrido.