Las imágenes de Keulen en Singapur retrataron el despotismo auto infligido al que se somete al poseer una wildcard.
Youri Keulen: flamante nuevo ganador del T100 de Singapur, líder provisional y revelación del T100 Triathlon World Tour. También retrato vívido del despotismo auto infligido que los deportistas de élite someten a sus cuerpos. Como todos, pero como pocos, con la presión añadida de una wildcard como espada de Damocles.
Como si del ineludible café matutino se tratase, aceptamos como ordinario que los deportes de resistencia – como el triatlón de media y larga distancia – nos dejen imágenes donde la salud de los protagonistas queda gravemente comprometida. Su condición de “profesionales”, nos acredita para justificarlo, también para casi exigir ese compromiso al límite o sino incluso los consideramos ingratos.
Ahora, en el nuevo giro de tuerca para un mayor entretenimiento de nuestro Capitolio particular, este cerró su coto y añadió unas tarjetas de invitación donde aquellos que se presentan voluntariamente y logran ser aceptados como “tributos” son los únicos que pueden caer. Lo sabíamos, pero Keulen nos ha hecho participes de las consecuencias de ese agravio comparativo.
En un vídeo reciente subido a sus redes sociales, el neerlandés confesaba que “Como wildcard siempre necesito probarme a mí mismo”. Una necesidad intrínseca en el gen competitivo, pero acrecentada en su situación. La urgencia le llevó a mostrar su vertiente más ofensiva “Realmente quería atacar ir a por la carrera y correr agresivo”. Katniss Everdeen clavó su flecha en el cerdo que los Vigilantes estaban degustado para que le prestasen atención, Keulen rompió la baraja en el segmento de bicicleta para que lo viesen.
Su descarada apuesta parecía dirigirle de cabeza a la victoria, pues según él mismo comenta, con una mente más característica de Peeta, tenía analizado cuán rápido o lento podía forzar su estrategia. Sin embargo, hay relojes – los biológicos – que escapan a los cálculos más precisos y como si de un campo de atracción fuera, arrastraron al bueno de Youri a la oscuridad “en los últimos 3 kilómetros, las luces se apagaron por completo”. Un tres mil casi ajeno para el espectador, pero mortificante para él, donde los hasta entonces errores “graciosos” como su problema para atrapar las botellas de avituallamiento se hicieron presente como fantasmas reales. Tanto como para caer inconsciente y cruzar la meta gracias a los últimos segundos de autonomía de una máquina fabricada para competir mientras él no puede “acordarse de nada de los últimos 500m”.
Una victoria sin recuerdo para obtener una transferencia bancaria que aligere lo hipotecado y asegurar una nueva wildcard que le lleve a entrar en un olimpo privilegiado, aburguesado, que le permita vivir un triunfo que sí atesore en su memoria, mientras otros ocupan su lugar anterior. Porque Keulen ganó el T100 de Singapur, pero se perdió lo esencial y solo lo puede evocar gracias a una aséptica pantalla.









