Nuestro amigo y colaborador Zeus Díaz nos hace llegar esta reflexión en voz alta en la que muchos os vereis retrtatados. En esta ocasión os proponemos un artículo de sentimiento…

Bien es sabido, entre los apasionados a este deporte, que hay un antes y un después en la vida de un triatleta. El antes lo determina el sufrimiento y la fuerza de voluntad para cumplir los objetivos, sobre todo el día a día. El después lo marca algo mucho más sencillo: la necesidad y la pasión. El denominador común entre ambas situaciones parece estar claro: Entrenamiento.

A pesar de parecer imposible, llega el día en que lo complicado no es salir a entrenar, sino dejar de hacerlo. Síntoma de que hemos trabajado bien, de que el cuerpo se aclimata a la nueva rutina. Es en este momento cuando estamos capacitados para empezar a conocer a nuestro cuerpo. Su carta de presentación también está clara: “Ahora respondo, veamos cómo y hasta dónde llego, pero con cuidado”.

Es sencillo satisfacernos a nosotros mismos, lo hacemos comiendo, lo hace quien fuma, lo hacen las drogas, incluso nos satisfacen las personas y las relaciones entre ellas, también lo hace el deporte. Unos leen, otros duermen, hay quien toca un instrumento, otros bailan. Y los hay que corren, van en bicicleta, nadan, o quienes no se conforman y hacen las tres cosas. En cualquiera de los casos uno mismo debe aprender a controlar los impulsos.

Cuando uno aprehende que es adicto al triatlón está asumiendo que su vida empieza a cambiar, que las tres disciplinas van a ir comiendo terreno en nuestro día a día, y que sorprendentemente la nueva lucha será también contra la fuerza que nuestra mente posee y que nos empuja a no parar de entrenar. Llegando, a menudo, a ocupar gran parte de nuestros pensamientos. No quiero exagerar, pero sucede.

En este momento ya estamos dentro del cúmulo de sensaciones que provoca este deporte, y forma parte del juego saber reaccionar a tiempo y tomar decisiones. Existen los plannings de entrenamiento, existen entrenadores personales que se encargan de medir el volumen de entrenos adecuado para nuestros objetivos… Pero sobretodo existimos aquellos que no disponemos de los medios necesarios para invertir en nuestro hobby a este nivel, y nos resulta complicado. Ese es el problema: desconocemos la especialidad, tenemos capacidades, y nos enfrentamos a la batalla contra unos límites que a penas conocemos.

Toda esta problemática revierte en el desafío del deportista hacia la tendencia ensayo-error, mediante la cual, a través de un proceso más lento, aprendemos a controlar el volumen de entrenos adecuado a nuestro cuerpo, que al mismo tiempo nos permita seguir avanzando hacia nuestros objetivos. Este proceso no se produce íntegro sino que, de forma inevitable, por el camino dejamos una serie de respuestas de nuestro cuerpo en forma de lesión… tendinitis, fascitis, sobrecargas, fatiga… No obstante, dichos males tienen remedio en su mayoría con tratamiento y reposo. No nos olvidemos entonces de la máquina que nos bombea energía: conocer nuestras pulsaciones en reposo y saber cómo oscilan y cómo reaccionan ante el esfuerzo físico -de la intensidad que sea- es un ejercicio de sabiduría deportiva, que nos asegura poder desarrollar nuestro deporte a pleno rendimiento durante el máximo tiempo posible.

Es importante saber parar.

El entreno no siempre es la suma de kilómetros, sino la delicadeza con la que sepamos sumarlos.

@Zeusdiazcid

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