Sus medallas llevan a España a cerrar los Juegos Paralímpicos con un botín de cuatro metales en el paratriatlón.
No hay dos sin tres, ni cuatro o eso es lo que debieron pensar Marta Francés y Nil Riudavets al conocer los triunfos de Dani Molina y Susana Rodríguez en la explanada de Los Inválidos.
Su clase PTS4 era la encargada de poner punto y final al paratriatlón en París y con un calor sofocantes que había ganado importancia con el paso de las horas se sumergían en un Sena que se despedía del mundo olímpico después de horas y horas de protagonismo no deseado.
En él, Francés y Riudavets no iban a cementar sus opciones de medalla, pero sí consolidaban la base para ir de menos a más en la carrera. En el caso de Marta, salía en una buena quinta posición a poco más de dos minutos de la entonces líder Hannah Moore y de Grace Brimelow que terminaría descalificada, mientras que Nil lo hacía octavo lejos de Alexis Hanquinquant que delante de su afición ha cuajado una actuación inmaculada.
Sobre la bici la manchega pedaleó confiada y segura de que el bronce era posible. Tanto que al final de esos 20 kilómetros, ya ocupaba esa ansiada tercera posición. Solo restaba conservarla como el mayor de los tesoros. En paralelo, Riudavets ascendía hasta la sexta plaza y poco más de un minuto le separaba del podio que entonces copaba el estadounidense Carson Clough. Su futuro parecía ligado a la lucha por la última de las medallas y para ello le quedaban 5 kilómetros para deshacerse de al menos tres de sus rivales: Piérre-Antoine Baele, Michael Taylor, Gregoire Berthon y el propio Clough. Nada y al mismo tiempo, un mundo.
FINAL NO APTO PARA CARDÍACOS
Cuando todo parecía más o menos asentado, es ahí cuando tanto Francés como el menorquín demostraron quienes eran los más hambrientos, pero también quienes supieron lidiar mejor con las altas temperaturas, la humedad y con las vicisitudes de una condición física que el tensionado final iba a llevar a sus límites.
En mitad de unas calles donde se mezclaban paratriatletas de todas las clases, Moore daba la sorpresa al dar signos de flaqueza, su tanque de energía estaba completamente vacío y tanto su compatriota Megan Richter como la propia Francés se lanzaban a por ella. La británica primero y después la española daban buena cuenta de ella, pero Marta quería más y aunque improbable y sabiéndose subcampeona paralímpica, trató de presionar a Richter. No llegó el oro, pero sí una plata que como comentó recientemente era el premio “a la vida“.
Si lo de Francés era espectacular, la persecución y endiablada caza de Nil Riudavets en lo que se convirtió el segmento más veloz a pie, tampoco escatima en calificativos. Uno a uno fue sobrepasando a sus rivales y a falta de menos de un kilómetro se ‘merendaba’ al último y más esperado, Piérre-Antoine Baele. Se desataba la euforia entre la delegación femenina, la cuarta ya estaba asegurada y Riudavets se convertía en el segundo deportista menorquín en colgarse una medalla en unos Juegos, el primero en unos Juegos Paralímpicos. Histórico.